Cristo nos ha liberado para que seamos seres libres;
permaneced firmes y no os dejéis poner de nuevo el yugo de la esclavitud
(Gal 5, 1)
permaneced firmes y no os dejéis poner de nuevo el yugo de la esclavitud
(Gal 5, 1)
El pensamiento occidental ha sido reacio a enfrentarse
con las preguntas provenientes de las víctimas.
Pensar desde el dolor de las víctimas produce una verdadera revolución ética.
(José M. Mardones)
con las preguntas provenientes de las víctimas.
Pensar desde el dolor de las víctimas produce una verdadera revolución ética.
(José M. Mardones)
Veus. [40ultimos.org]
Un año más nuestros pasos avanzan por el camino de la cuaresma, un
tiempo de conversión en la respuesta a la llamada a la que un día Jesús
de Nazaret, el Cristo, nos invitó. Un tiempo también de revitalización
de nuestra sensibilidad por el dolor de los seres humanos.
Este año queremos fijar nuestra mirada, corazón y razón en la realidad de los derechos humanos de las personas que viven en los cuarenta últimos,
los cuarenta países con menor Indice de Desarrollo Humano, según el
Informe Anual 2011 del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (PNUD). Lo hacemos unidos al dolor social de quienes son
víctimas de violaciones de sus derechos, y también al testimonio de
quienes, en medio de dicha realidad, abrazan la responsabilidad de la
denuncia, la promoción y la defensa de esos derechos.
El texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de
diciembre de 1948, señala en su preámbulo:
«Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los
derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajante para la
conciencia de la humanidad, y que se ha proclamado, como la aspiración
más elevada de la persona, el advenimiento de un mundo en el que los
seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la
libertad de palabra y de la libertad de conciencia…»
Esta toma de conciencia de los actos de barbarie pasados y
presentes, este conocimiento de las dimensiones del dolor y destrucción
de los seres humanos, es una suerte de memoria colectiva planetaria de
la que somos herederos y continuadores.
El camino de la cruz y la afirmación resucitada de Jesús de Nazaret alimentan pedagógicamente este compromiso como defensores de los derechos humanos. Conectarse con esta corriente histórica, contribuir a su desarrollo y vivir desde esta ética es una tarea humana y cristiana permanente. Una tarea que conlleva un triple compromiso: la denuncia de las situaciones de violación a la dignidad humana, la exigencia de respeto y aplicación de los derechos de las víctimas y la lucha contra la impunidad de los crímenes internacionales.
El camino de la cruz y la afirmación resucitada de Jesús de Nazaret alimentan pedagógicamente este compromiso como defensores de los derechos humanos. Conectarse con esta corriente histórica, contribuir a su desarrollo y vivir desde esta ética es una tarea humana y cristiana permanente. Una tarea que conlleva un triple compromiso: la denuncia de las situaciones de violación a la dignidad humana, la exigencia de respeto y aplicación de los derechos de las víctimas y la lucha contra la impunidad de los crímenes internacionales.
Los derechos humanos son el resultado de una larga historia, que va
creando una conciencia universal que se consolida a partir del siglo
XVIII tras las revoluciones americana y francesa. Una conciencia que se
basa en la idea de la dignidad inherente a la persona
humana; la persona es un fin en sí mismo y debe ser tratado como tal y
no meramente como un medio. La dignidad humana tiene así un alcance
horizontal, la igualdad de los seres humanos entre ellos sea cual sea el
rango que cada uno pueda desempeñar en la sociedad. De esta igualdad se
deduce la necesidad de un trato mutuo respetuoso, trato garantizado en
particular por las herramientas jurídicas que son los Derechos Humanos: un
conjunto de principios, de aceptación universal, reconocidos
constitucionalmente y garantizados jurídicamente, orientados a asegurar
al ser humano su dignidad como persona, en su dimensión individual y
social, material y espiritual.
Para nosotros, cristianos, esta conciencia de la dignidad humana bebe
de nuestras fuentes más profundas, expresadas en la Sagrada Escritura y
en la Doctrina Social de la Iglesia. El ser humano tiene una inviolable
dignidad por ser criatura, hecha a imagen de Dios, su Creador (Gn 1,
27).
«De este principio fundamental, que defiende la dignidad sagrada
de la persona, el Magisterio de la Iglesia ha desarrollado una doctrina
social que indica con claridad el camino seguro para reconstruir las
relaciones de convivencia según criterios universales, que responden a
la naturaleza, a las diversas esferas del orden temporal y al carácter
de la sociedad contemporánea; y precisamente por esto pueden ser
aceptados por todos.» (Cf. Juan XXIII, Mater et Magistra, 220)
Y por eso el Magisterio de la Iglesia no ha dejado de evaluar
positivamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948)
del que el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia diría: El
movimiento hacia la identificación y la proclamación de los derechos del
hombre es uno de los más importantes esfuerzos para responder
eficazmente a las exigencias imprescindibles de la dignidad humana (Cf. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis humanae, 1). Y, años después, Juan Pablo II la definiría como una verdadera piedra miliar sobre el camino del progreso moral de la humanidad (Discurso a la Asamblea General de las Naciones Unidas, 2 de octubre de 1979, nº7).
A la hora de identificar la situación actual de los derechos humanos,
la reflexión moderna tiende a destacar tres ámbitos: la degradación de
la vida, la pérdida de libertad, la ausencia de justicia.
En torno a estos tres principios universales –la vida, la libertad, la
justicia–, a sus situaciones de carencia y a los esfuerzos en su
defensa, se desarrolla este año nuestra campaña cuaresmal.
Como otros años, para cada día de la cuaresma se ofrece una ficha con un testimonio y, a continuación, un texto jurídico Firmado y ratificado, obtenido de la riquísima fuente legislativa universal, que iremos conociendo. Para ayudarnos a pasar Del derecho al hecho, se ofrece un comentario y una propuesta de acción. Finalmente, una breve Oración nos ayudará a poner en manos de Dios tanto nuestros propósitos como la realidad de la que estamos siendo testigos.
Esperamos que un año más este recorrido por la situación de los derechos humanos en los cuarenta últimos, nos ayude a vivir solidaria y compasivamente esta cuaresma, mientras acompañamos a nuestro Señor en su subida a Jerusalén.
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